El lado oscuro de Occidente

13/Nov/2023

El País

El País

Los ataques contra Israel han permitido que saliera un lado oscuro que Occidente tenía reprimido y que da cuenta de una muy preocupante situación cultural y civilizacional interna.

Hace pocas semanas, comentando la grave coyuntura internacional que atravesamos, el presidente estadounidense reflexionó con su colega chileno acerca de la aceleración de la Historia: aproximadamente cada ochenta años ocurren circunstancias mundiales de importancia tal, dijo, que dejan fijadas las reglas de juego y las características generales del orden internacional por los siguientes cincuenta a setenta años. Y agregó que estamos hoy viviendo uno de esos momentos claves de la Historia.

Para los que conocen algo de la historia internacional más moderna, el comentario de Biden refiere al orden establecido hacia el final de la segunda guerra mundial por las potencias triunfadoras; a los tratados posteriores a la primera guerra mundial que organizaron los espacios dejados por la caída de los imperios; y a la conferencia de Viena de 1815 y su equilibrio de potencias que marcó todo el siglo XIX occidental. Y si efectivamente la teoría de Biden está en lo cierto, la interpretación de largo plazo es que tanto la invasión de Rusia a Ucrania en 2022 como los ataques terroristas contra Israel del 7 de octubre de 2023 deben ser considerados mojones relevantes en la construcción de un nuevo orden internacional que marcará al siglo XXI.

Sin embargo, más allá de esa perspectiva de largo plazo que envuelve naturalmente a los principales países mundiales, lo que sí es indudable es que los ataques contra Israel han permitido que saliera a plena luz del día un lado oscuro que Occidente tenía relativamente reprimido y que da cuenta de una muy preocupante situación cultural y civilizacional interna.

En efecto, el asunto no solamente pasa por que la gran mayoría de las izquierdas de los países democráticos no han sido lo suficientemente explícitas en su crítica a los ataques terroristas de Hamas -en Uruguay, Argentina y Chile, por mencionar a Sudamérica, pero también en España, Francia o Gran Bretaña, por mencionar a tres países claves de Europa-, sino que también ha resurgido un sentimiento antijudío que todos creíamos completamente enterrado tras el horror de los campos de concentración de la segunda guerra mundial.

Ese sentimiento antijudío no toma la misma forma que hace décadas atrás. Se disimula, por ejemplo, en declaraciones de “antisionismo”, de manera de marcar un matiz que resulta, a los efectos, completamente retórico: el problema, en esta perspectiva, no serían los judíos en sí, sino una ideología particular pregonada por una parte de los judíos. También, ya no es sobre todo portado en Europa por bandas fascistas que explican las dificultades de sus países por causa de pretendidos complots judíos internacionales, como ocurrió en los años 1920- 1930 en tantas partes de Occidente. Ahora, por el contrario, los protagonistas son sobre todo jóvenes impregnados por los excesos dogmáticos de la religión musulmana, con sus odios ancestrales, quienes importan a Europa un sentimiento anti-judío que se manifiesta cada día con menos pudor y más violencia.

Todo esto ocurre en un Occidente que hace años viene siendo debilitado por una potente corriente ideológica izquierdista, de origen estadounidense, conocida como “woke”. Muchos de los principales viejos centros universitarios de referencia en Francia, Inglaterra o Estados Unidos, por ejemplo, han cedido terreno a la racialización y sexualización de los debates públicos, a la culpabilización de la historia occidental, a la victimización identitaria de lo no- Occidente del mundo, y a una especie de odio sustancial hacia todo lo que ha sido la mejor tradición liberal y moderna de la herencia griego-judeo-cristiana-romana que forma a nuestra civilización occidental.

Es desde ese odio a Occidente enteramente ideologizado y muy marcado por lo woke, que pueden explicarse las manifestaciones de repudio a Israel y de apoyo a los ataques terroristas de Hamas que ocurrieron en las principales ciudades occidentales y que fueron protagonizadas sobre todo por jóvenes. Desde el absurdo de organizaciones de homosexuales manifestando ruidosas en favor de Hamas y Palestina en Italia o en Estados Unidos; hasta el señalamiento de hogares de residentes de religión judía en Francia o en Alemania, como en las peores épocas del auge del fascismo, las cosas que se han visto en este otoño boreal han sido realmente tenebrosas.

Habrá que ver si estamos viviendo un período de aceleración de la Historia. Lo que sí es cierto, infelizmente, es que estamos asistiendo a la revelación de un lado oscuro de Occidente que se creía muerto.